SOMOS HISTORIA

SOMOS HISTORIA

Canciller

Hace más de medio siglo que mantenemos la misma pasión y devoción cuando hacemos nuestros exclusivos Canciller, una estirpe única de vinos argentinos que trascienden el tiempo y las fronteras. Cada botella cuenta una historia que habla de nuestra identidad.

Era 1910, refinada y elegante, captó la mirada de todos. La Infanta Isabel de Borbón había llegado a la Argentina para dejar su marca para siempre. Su sonrisa quedó impresa en las pupilas de todos, hasta los diarios hablaron de su amabilidad e inteligencia.

Esta representante de España había llegado para celebrar el centenario de la Patria y con humildad eligió compartir la fiesta más importante para los argentinos, la fiesta de la revolución. Su visita se convirtió en un hito para las relaciones entre Argentina y España.

LA MEDALLA, NUESTRO EMBLEMA

En 1.909 Juan Giol, el dueño de la bodega, viajó a Francia y compró un tonel de roble de Nancy, de 75.000 litros. Le pidió a un famoso artista francés, que coloque en el tonel dos bajo relieves en bronce. Meses después en 1910, en la exposición realizada para homenajear del centenario de la Revolución de Mayo, en la Rural de Palermo, Giol obtuvo con esta obra de arte el primer premio por la vasija más grande del mundo.

En ese entonces, la bodega La Colina de Oro se había convertido en la empresa vitivinícola más grande del país, tanto en relación al tamaño de su estructura como de su volumen de elaboración y venta de vinos. La infanta Isabel, al verlo, decidió galardonar a Juan Giol y envió, posteriormente, desde España la medalla que hacía de condecoración.

Una réplica en miniatura de dicha medalla es la que hoy distingue a las botellas del vino Canciller, emblema de identidad y honor. Además, su nombre hace referencia a que dicho tonel ofició simbólicamente de Canciller de la industria Argentina en la muestra del centenario. Cada vez que se abre un vino canciller, se descorchan historias que hablan de nuestras raíces.

Riberas altas del Rio mendoza

En las Riberas altas del río Mendoza las condiciones naturales como escasas precipitaciones, marcada amplitud térmica, suelos óptimos para el cultivo de la vid y la ubicación al pie del macizo cordillerano, permiten que los vinos se elaboren ricos en aromas frutales y excelente estructura.